Intermedio. Por Claudia Aravena Abughosh

 

Intermedio


 

En la video instalación Intermedio que nos propone Gonzalo Aguirre se ponen en escena cuestiones que hacen de ésta una construcción compleja. En ella, a partir de fotografías del archivo del MMDH que registran distintos episodios de protestas y represión durante la dictadura cívico militar en los años 80 en Chile, el artista se concentra en la observación de un patrón de escena que se repite: el binomio abatidor/abatido.

Justamente desde ese eje de miradas –algo así como un Punctum ampliado para usar la terminología de Roland Barthes– se articula la obra, dejando de lado la totalidad de la escena u obliterando el Studium –Barthes nuevamente– para ofrecernos otra escena, la de la subjetividad pura, difícilmente alcanzable con la imagen total del registro.

En sus comienzos el cine se presenta como un gran invento que nos mostraba la realidad encuadrada en un plano único y sin más movimiento que el que se producía al interior del campo visual. Se habla incluso de ese “cine primitivo” como teatro filmado. Es con el montaje que el cine adquiere lenguaje y “naturaleza propia”, hasta convertirse en el medio más potente de representación de la realidad. Mediante la mimesis, el carácter indicial de la imagen fotográfica, así como el movimiento y su dimensión temporal, el cine realiza la utopía moderna.

En esos cortes entonces, el artista nos hace posible desarmar el eje, penetrar en la planitud de la imagen, para instalar una suerte de autopsia que se despliega de manera no mortuoria, sino vivificante en relación a los hechos. Podemos decir en este breve texto al menos tres cosas para proponerle al visitante otra manera de mirar la historia:

1- El medio video opera como instrumento que permite revisitar de manera profunda otro medio: la fotografía. Al parecer, para que la incisión surta efecto, es necesario el uso de otra herramienta que nos ofrece otra dimensión de las cosas.

2- La incisión como recurso consiste en descomponer el espacio dado, o toma única (mastershot) que entrega la fotografía y que registra el índice, el indicio de una situación dada. La deconstrucción, en cambio, propone un espacio fragmentado, discontinuo, atravesado por el corte que le impone Aguirre. Un corte que reconstruye, pero desde otro punto de vista; que cambia el eje, de modo de hacernos conscientes de la subjetividad que necesariamente reviste la historia. Hay un ejercicio que intenta oponerse a los hechos dados, al relato único, desde fuera, sugiriendo así que la fotografía de archivo puede ser el comienzo de otra cosa.

Ya no es el indicio el que importa, sino la posibilidad de independizar la fotografía de su rol funcional, dando pie esta vez a la reconstrucción espacial de lo que hasta entonces tenía una sola dimensión. Es el otro eje el que opera, el que puede develar un secreto: como en el caso de un niño, se trata de bajar a la altura del abatido para escuchar lo que tiene que decir de manera confidencial, dándonos a atisbar en algo el universo que se despliega desde abajo.

3- El juego de plano-contra plano que propone Aguirre es un recurso determinante de lo que conocemos como lenguaje fílmico (según Farocki “la expresión más importante de la ley del valor cinematográfico”). Además, sumado al recurso de los planos picado-contrapicado, la operación nos permite entrar en el otro eje, cambiar el punto de vista al otro corte, presentándonos una abstracción fundamental. En ella sólo tienen lugar la mirada de los oponentes, borrando por completo la relación de estos con un espacio específico, el de la imagen de archivo, la calle del Chile de los años 80. El recorte del primerísimo primer plano es una operación que nos dificulta la posibilidad de orientación espacial. El espacio desaparece en pos de instalar la metonimia de la escena sólo a través de la mirada de los sujetos. El espectador o visitante se sitúan entonces dentro del eje de tensión, de modo que llega a ser violentado por sus partes.

 

Claudia Aravena Abughosh
Abril 2023.