Sobreviven los huesos
En sus recorridos por el humedal de la Quebrada de Pachingo, Gonzalo Aguirre establece una relación estética con el territorio a través del registro, la recolección y la reinvención de sus restos. El paisaje se revela al artista como un entramado de vidas residuales: una plaga de cormoranes negros, restos de animales, desechos orgánicos e industriales, y las minas de calcio que extraen de conchas milenarias un mineral destinado a la construcción y a la industria alimentaria. Al mismo tiempo, aparece como un archivo de basuras y objetos encontrados con que recrear el ciclo de vida y muerte.
La técnica de la fotoserigrafía—procedimiento que el artista ya había ensayado en Archivo Zonaglo (2007) y Video Papel (2013)—le permite crear imágenes texturadas que replican la densa materialidad de lo abyecto. En esas imágenes podemos ver cómo la mirada se orienta hacia formas microscópicas de vida descartada que van recreándose sin una lógica evolutiva. Sus imágenes, precarias como los espacios que retratan, parecen incluso moverse sin hacerlo, insistiendo en las sobrevidas del paisaje como nacidas de una lenta violencia. La naturaleza aparece entonces como una ruina extraña, amenazante, que revela algo de nosotros mismos como caminantes de paisajes sacrificados. Pero lejos de significar descomposición, la muerte se vuelve en este espacio una compositora de formas de (necro)vida.
Desde ahí, el artista desplaza su práctica hacia lo escultórico, recreando huesos encontrados en el humedal con el mismo calcio producido por la mina. La coreografía del chañar aparece aquí como soporte para exponer la continuidad del residuo en el arte. El resultado es una obra acerca de—y hecha por—los restos de la naturacultura. El humedal de Pachingo se convierte en “Sobreviven los huesos” en un “charco” darwiniano donde lo vivo y lo muerto se entrelazan. Las esculturas de calcio y hueso, al sumergirse en resina, evocan jaleas orgánicas y caldos bacterianos, como si fueran gabinetes de curiosidades listas para ser devoradas. La recreación de los huesos con el calcio milenario hace que las esculturas sean fósiles al mismo tiempo—recordándonos el trabajo anterior del artista con lo prehistórico en “Un animal sin importancia”.
De este modo, “Sobreviven los huesos” escenifica las tensiones del arte contemporáneo, en donde prima la experiencia artística con el entorno por sobre el artefacto finalizado, no tanto para denunciar el despliegue tóxico del Antropoceno, sino que para explorar las sobrevidas de la materia en zonas de sacrificio no reconocidas. En esta constelación de basuras, conchas y cadáveres, Aguirre propone un museo de lo descartado, un paisaje en que la inspiración surge de la muerte y donde los restos, lejos de desaparecer, siguen componiendo vida.
Sebastián Figueroa, New Orleans, septiembre 2025.